De la
impotencia a la bronca solo media un instante. Es tanta la indiferencia y la
diferencia de pareceres que pueden darse entre hijos y padres que supera
cualquier grado de intelectualidad. Si hasta nos podemos volver seres primitivos
con solo hacer vibrar las cuerdas vocales, cual una opereta de contrapuntos de
voces que son solo gritos de dolor. Dolor por la ausencia, la carencia y la
ineptitud tanto de uno como del otro lado para lograr comunicarse.
Enfrentarse
a los cambios del otro junto a los propios no es fácil. Tener que oficiar de
juez entre edades tan disímiles como 10, 14, 15, 17, 19, 20 todos conviviendo
en un departamento de 3 ambientes con un perro y dos gatos incluidos, es una
ardua tarea.
Todo el
abanico de la adolescencia desplegado delante de uno, como si fuera una gran
ola que cubre solo con su presencia toda
mi identidad, ola de la que solo se puede salir indemne con mucha suerte,
porque ya salí hace tiempo del remanso. De poder zafar seguro que entro
en zona de rápidos para que en cualquier momento me vea dentro de la garganta
del diablo, re GTA como dicen ellos.
Me
encuentro entre tres tipos de adolescencia la pre de los más chicos, la propia
de los del medio más una tercera, mi menopausia y la andropausia
de mi marido. Un combo explosivo, con muchas hormonas en ebullición y una gran
dosis de amor para seguir aprendiendo a vivir.
Pero más
allá de todo aprendo a verlos como individuos ante todo, que buscan identificar
su lugar en el universo, cosa que no es fácil para ellos ya que hay una
sociedad voraz que está urgida por identificarlos, ubicarlos y encasillarlos.
Hay
fundamentalmente muchos cambios propios de la edad pero también de la evolución
misma de la sociedad que va a un ritmo tan acelerado que apenas como padre se
puede llegar a digerir. Si estás actualizado llegas a sondear otras
posibilidades de vínculos lo que te pone un poco más a tono al momento de
establecer un diálogo con ellos. Pero sino fuiste…
Entre los
tatoo´s, los piercing´s, la violencia, el acceso ilimitado a Internet, a las drogas,
el alcohol más toda una marea de consumo que viene a confundir y a formular nuevos
planteos sobre el destino de nuestras vidas, vemos como nuestros hijos ponen en práctica
una perspectiva formada desde su propia subjetividad la cual se fue
estableciendo a medida que fueron creciendo
a través de la
observación en silencio de los actos y actitudes ya sean buenos o malos de
nosotros, sus mayores.
Entonces es
lógico que surjan enfrentamientos, pues a veces como mayores vemos más allá del
bosque, PERO no leemos el mensaje que nuestros hijos nos están planteando en el
trasfondo de la discusión; así es que debemos amigarnos, no ser tan exigentes. Aprender
a ser firmes y no prepotentes es un deber, pues significa respetarnos a
nosotros mismos y a ellos como seres independientes.
Hay palabras
como “nunca” o “siempre” que distancian y humillan, no justifican ni solucionan
nada y lo que debemos lograr es generar conductas positivas que nos lleven a un
equilibrio emocional no solo personal sino también familiar.
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